Todos los años, a fines de noviembre un grupo de familias del valle del río Choapa en la cordillera central de Chile, se internan con más de mil cabras hacia el interior de la montaña.

Su objetivo es llevar su ganado caprino hacia las zonas de pasturas de altura, donde encuentran agua y pastizales abundantes, los que en zonas bajas escasean por las sequías constantes. Una vez que han trepado con sus animales dos o más días por senderos y acantilados, llegan a los ansiados corrales, muchos de ellos usados por antiguas caravanas provenientes de Argentina. Luego disponen carpas y utensilios, reparan pircas y estacas para pasar varios meses en la montaña, hasta que las heladas y el mal clima del otoño los obligue a bajar.

Se alimentan con carne de sus propias cabras, queso fresco y algunos víveres que han subido desde el poblado. Ahí la vida transcurre lenta y al ritmo de la cordillera, donde la fogata jamás se apaga. El agua del Choapa que desciende de los altos deshielos como un estero es cristalina y pura y sirve para curtir cuero, hacer pan y lavar los utensilios con que preparan el queso de montaña, conocido por su sabor y consistencia únicos.

Esta actividad les ocupa la mayor parte del tiempo y una vez que han preparado, después de varias semanas algunas decenas, disponen el queso en cajones de 50 kilos para bajarlo en los mulares por las quebradas, hasta llegar a Cuncumén. La venta es breve ya que los bloques de queso de cabra son apetecidos y luego de adquirir víveres, los que cargan en los mismos cajones vacíos, se internan nuevamente en la montaña para regresar a sus corrales....