Nómades de la Sal, Salar de Uyuni, Bolivia.
Cruzando villa Concepción en una ventisca de arena, sur de Bolivia.
Nos alejamos del sala de Uyuni hacia las tierras bajas por el lecho seco de un río altiplánico, sur de Bolivia.
Don Irineo dispone los bloques de sal sobre el lomo de una llama macho. Bolivia.
La caravana jamás se encuentra con una pirca de piedras o alambradas, la altiplanicie resulta infinita, Bolivia.
La coca es indispensable en la gente de las alturas, don Irineo la consume permanentemente en toda la travesía.
Llagada a Watarchi, después de siete días de caminata finalmente don Irineo puede trocar su carga de sal.
Los últimos nómades de la Sal de Bolivia.
Cinco de la mañana en el pueblo de Chacala, sur de Bolivia. Aún no amanece y la temperatura alcanza los 25º bajo cero. Sin embargo, a pesar del intenso frío, la actividad en la casa de Irineo Colque, arriero de llamas de toda la vida, no se detiene. Su esposa Marta, su sobrino Fulgencio y él, preparan la próxima caravana de sal que llevará este producto a través de las montañas hacia las tierras bajas, donde la sal es tan apreciada como el agua. Irineo no se amilana por las dificultades que le imponen jornadas de esa naturaleza, atravesando terrenos accidentados y resistiendo el frío. Al contrario, se empeña en conservar esta tradición y abriga la esperanza de que su sobrino hará perdurar en el tiempo esta costumbre ancestral.
Fulgencio, orgulloso de ser su discípulo, y como si se tratara de un mandato divino, sigue al pie de la letra las instrucciones del veterano, incluida la advertencia de Irineo de atar una pequeña mota de intenso color rojo para diferenciar sus llamas del resto circundante. Tal vez sea éste el último eslabón en una tradición que esta a punto de desaparecer: las caravanas de los nómades de la sal del gran sur boliviano.
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