Espíritu Pampa, tras el último Inca imperial, PERU.
Espíritu Pampa, el gran viaje hacia el sol, Perú.
Me encuentro sentado en un restaurante que queda justo enfrente de la plaza de armas de Cuzco, hordas de turistas que vienen a visitar la ciudadela de Machu Picchu y el valle sagrado, se pasean mirando con sus cámaras la ciudad.
Mientras bebo mi café amargo, hojeo las amarillentas páginas de un libro que me enseña sobre la gran revuelta y el sitio de Cuzco por parte de Manco Inca; joven y valeroso príncipe hijo de Mama Runtu y Wayna Cápac, el doceavo monarca en la sucesión desde la fundación del gran imperio. El joven inca, uno de los más recordados por su destreza y habilidad en manipular y dar dura batalla a los españoles, a caballo y al mando de cientos de miles de guerreros, en un acto sin precedentes, dio inicio a la gran rebelión en el año 1536, sitiando Cuzco, en el más glorioso momento de la resistencia contra los invasores españoles.
En aquella época, las flechas, porras y lanzas eran las armas que empuñaban los guerreros incaicos, las que encendidas con yesca ardiente y acompañadas de hogueras en torno a la ciudad, llovieron por semanas sobre los maltrechos conquistadores, los que se encontraban a cargo de un decadente Francisco Pizarro. Lentamente y al cabo de meses de lucha, la escasez de alimentos y el arribo de nuevos soldados fueron debilitando las huestes del Inca, las que derrotadas finalmente en la fortaleza de Sacsahuamán, fueron obligadas a huir y refugiarse en la cordillera del alto Urubamba.
Manco Inca se internó entonces con sus hombres en la más profunda e inexplorada selva del Perú, lejos del asedio español y donde fundó un centro de resistencia conocido en quechua como; Vilcapampa (conocida popularmente como Vilcabamba) o “pampa sagrada”. Desde ese remoto lugar resolvió atacar las posiciones españolas en el Cuzco.
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